Viendo que se le ofrecía otra aventura, llegó a Rocinante, montó en él, embrazó la adarga, se armó de su lanza y gritó a sus sorprendidos acompañantes:

-"Ahora veréis cuanto importa que haya en el mundo caballeros andantes."

Apretó los talones a su caballo y se fue a encontrar con las gentes de aquella procesión...

-"Vosotros, que, por no ser buenos, os cubrís los rostros, dejad libre a la señora que lleváis cautiva."

Por estas razones cayeron todos en la cuenta que aquel debía de ser algún loco, y se rieron de buena gana. Don Quijote arremetió a los que llevaban las andas de la imagen que iba en procesión. Uno de ellos le dio tal golpe, que lo derribó en el suelo.

En esto llegaron los amigos del pobre caballero, y Sancho rompió a llorar amargamente...

-"¡Oh flor de la caballería! ¡Con sólo un garrotazo, acabaste la carrera de tus gastados años!"

Con los lamentos de su escudero revivió don Quijote...

-"Ayúdame a ponerme en el carro encantado, que ya no estoy para montar a Rocinante, porque tengo este hombro hecho pedazos."

La procesión siguió su camino, los cuadrilleros se despidieron del cura y del barbero, y Sancho puso a don Quijote en el carro.

Al cabo de seis días, llegaron a la aldea. Dorotea prosiguió en el carro de bueyes hasta su pueblo, para reunirse con su padre, y maese Nicolás y el licenciado le agradecieron lo que por don Quijote había hecho.

Cuando el molido caballero llegó a su hogar, la sobrina se alegró mucho de verle, pero el ama se lamentó de su aspecto tan malparado...

-"Malditos libros de caballerías -dijo-, que por su culpa volvéis a casa tan flaco y amarillo."

Entretanto, Sancho había regresado con su familia, y Teresa, su mujer, salió a recibirle alborozada...

-"¿Qué has sacado de tus escuderías? ¿Qué nos traes a Sanchica y a mí?, le dijo, echándose en sus brazos.

El ama y la sobrina acostaron a don Alonso Quijano y le cuidaron para que se repusiera cuanto antes.

Don Quijote ya estaba en su casa, pero todos pensaban que, cuando mejorase, saldría en busca de nuevas aventuras.

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